lunes, 22 de septiembre de 2025
Cientos de industrias enfrentan nuevos desafíos y la industria de los invernaderos o de la Agricultura Protegida no es diferente. ¿Cómo superaremos la incertidumbre y los efectos de los aranceles, la sobreoferta, los cambios en la demanda y en los precios? ¿Cómo diversificar mercados eficientemente?
Los tiempos cambian, así como las empresas, los mercados, incluso las personas. Los mercados evolucionan y los consumidores adoptan nuevos hábitos de consumo dependiendo de sus necesidades al vivir en nuevas circunstancias y entornos.
En cualquier crisis generalizada, el primer y más obvio efecto en cualquier industria es un cambio repentino en la demanda. Además, para los productores de hortalizas, berries y flores en la industria de los invernaderos, la demanda depende de los cultivos que producen.
Las herramientas que hoy en día ofrecen las nuevas tecnologías a los consumidores nos brindan comodidad, ahorro de tiempo y confianza. Desde pagar servicios, hacer movimientos bancarios, comprar, vender, opinar sobre diferentes temas, y todo esto mediante el uso de tecnologías de la información. Pero, ¿Cómo ha cambiado la forma de consumir y comprar nuestros alimentos? ¿Lo seguimos haciendo como hace 10 años?
Hoy en día podemos saber cuándo, dónde y cómo se producen los alimentos que consumimos. Podemos investigar a la compañía que los suministra y si tienen programas de responsabilidad social, si utilizan procesos de inocuidad, cuál es el origen e historia de la compañía, etc. Ya no compramos flores, berries o verduras, sino una experiencia. Todo esto con atributos como conveniencia, calidad, mejor sabor o mayor vida de anaquel.
Los productores enfrentan quizás el mayor desafío financiero de la industria de agricultura protegida. Los aranceles anunciados por Estados Unidos han creado una gran incertidumbre y los precios de las principales hortalizas, como el tomate, no han sido los esperados históricamente. Se piensa que es un problema de sobreoferta y disminución de la demanda. Por ejemplo, en el caso de flores y otras plantas ornamentales a pesar de que los productores ofrecen servicios de entrega a domicilio y un mayor número de puntos de venta simplemente no están desplazando sus flores al mismo ritmo que antes. Esto representa una pérdida especialmente grande cuando se trata de plantas anuales. No hay nada que hacer mas que tirar esas flores que no tendrán vida más allá de esta temporada. Lo mismo pasó con el tomate esta temporada, los bajos precios hicieron que se dejaran de cosechar tomates producidos en campo abierto, principalmente en Sinaloa, por no justificar su relación costo/beneficio.
78,000 hectáreas en operación
Hoy en México existen alrededor de 78,000 hectáreas bajo agricultura protegida en operación, entre invernaderos de plástico, mallas sombra y macro túneles. De estas, 46 mil son de hortalizas, 29 mil de berries, y el resto se distribuye entre explotaciones ornamentales, flores y viveros. Cabe destacar que la capacidad instalada de esta industria supera el valor de los 8 mil millones de dólares, considerando las estructuras productivas, las plantas procesadoras, empaques y cuartos fríos. Sólo el estado de Sinaloa cuenta con más de 10 mil has. de hortalizas bajo agricultura protegida. Le sigue Jalisco con 8 mil 500 hectáreas, de las cuales 4 mil 500 son de frambuesa bajo macro túnel.
La agricultura protegida utiliza estructuras para el manejo de la tecnología, de los recursos naturales y para proteger a los cultivos de forma física, ofreciando una gran eficiencia ante los efectos del cambio climático. Un buen proveedor de tecnología debería proporcionar un traje a la medida para los requerimientos específicos de cada productor.
El objetivo de la agricultura de alto valor no es la producción de kilos por metro cuadrado, sino la generación de utilidades por metro cuadrado. Esta nueva ecuación ya incluye un elemento de mercado. No se debería medir en unidades de volumen, sino en pesos o dólares. Es decir, medir tanto los rendimientos como la capacidad de monetarizarlos. De nada sirve producir grandes volumenes si no tenemos la capacidad de venderlos.
Por ello, es necesario no sólo implementar la tecnología que nos permita lograr los rendimientos y la calidad que contribuyan a lograr el mejor retorno, sino que tenemos que asegurar que el mercado o el nivel de tecnificación no se conviertan en una inversión sin medida que se absorba durante largos años de amortización.
Estas inversiones deben ser congruentes técnicamente, incorporando la tecnología adecuada para la región, clima, mercado y mano de obra; económicamente, de acuerdo a un objetivo de rentabilidad; comercialmente, para producir de acuerdo a los requisitos, requerimientos y expectativas del mercado para que la relación sea permanente, y socialmente, con el recurso humano necesario, con empleos dignos y fijos para poder asegurar la continuidad de la operación.
En un principio, muchos agricultores apostaron por tecnologías pasivas, para así lograr mayor extensión con menores inversiones. Pero empezaron a inundar los mercados con alta productividad pero baja calidad, desplomando los precios. No hubo planeación de la producción y los mercados resintieron.
El otro lado de la moneda fueron los casos que incorporaron las mejores tecnologías en todos sentidos, construyendo invernaderos de vidrio con sistemas de clima artificial, que no necesariamente eran justificados. El resultado fue similar; altas productividades, ahora con óptimas calidades, pero en un mercado inundado por sus colegas con tecnologías más pasivas, inmaduro, que sigue premiando más la basura en épocas de alta demanda que el producto de calidad en temporadas de baja demanda. Situación que tampoco se clasificó como rentable.
Para el cierre de 2009 había una relación de casi el 80% de tecnologías pasivas contra el 20% activas.
La buena noticia es que hoy México aprendió y apuesta a que su decisión de tecnificar sus agrícolas esté dictada con base a objetivos comerciales, estrategias competitivas y demanda programada. Fruto de ello es que cada vez son más los proyectos que incorporan las tecnologías justas y requeridas para lograr los objetivos, en sintonía con su capacidad social y el apoyo técnico con el que se cuenta.
Además, México ya cuenta con más profesionistas, técnicos y mano de obra especializada para esta industria, pues la agricultura protegida nacional emplea de forma directa e indirecta al 2% de la población económicamente activa y formal.
La industria de Berries, cuyo crecimiento ha sido exponencial, está cometiendo los mismos errores que sus colegas los horticultores. Los productores están incorporando tecnologías muy pasivas, principalmente por el bajo costo de instalación y la oportunidad de establecer más superficie de producción. Pero la escasa mano de obra encarece el proceso de armar y desarmar dichas cubiertas y, sumado al cambio climático, estas estructuras ya no representan la mejor protección para estos cultivos. Esto motiva a muchos de los agricultores más avanzados en dicha industria a replantearse si lo barato les está saliendo más caro.
La mejor decisión siempre va a estar basada en el modelo más productivo y sustentable, promoviendo un equilibro en todos sentidos.
Tomate