Productores poblanos luchan contra importaciones de China

lunes, 8 de diciembre de 2025

Seis de cada diez chiles verdes que se consumen en México provienen de China, una cifra que no solo altera la dinámica comercial, sino que pone en riesgo la temporada del chile en nogada y la soberanía gastronómica del país. Este fenómeno —alimentado por la capacidad productiva y precios bajos del gigante asiático— ha despertado alerta entre chefs y productores por el impacto en la tradición culinaria y en los ingresos de pequeños agricultores.  

El chile poblano criollo, cultivado históricamente en Puebla, tiene rasgos inconfundibles: forma cónica y alargada con ligera curvatura, entre 12 y 15 cm de largo; color verde oscuro (a veces casi negro) con manchas rojizas; carne delgada y firme; aroma herbal intenso; y un picor moderado (1,000–2,000 SHU) que equilibra la nogada. Al asarse, su piel se desprende con facilidad, una característica que chefs consideran clave para el platillo tradicional. En contraste, el chile híbrido importado es más grande, perfectamente simétrico, de un verde brillante uniforme, con carne gruesa y acuosa, aroma casi inexistente y sabor neutro o dulce; al tatemar, su piel se adhiere con rigidez, lo que lo hace visualmente atractivo, pero sensorialmente empobrecedor.  

La dimensión del problema es global: China produce alrededor del 61% de los chiles frescos del mundo, mientras que México aporta apenas el 9%, lo que explica cómo las importaciones a bajo costo han desplazado la producción local. Además, pese a que Puebla conserva la legitimidad cultural del poblano criollo, estados como Zacatecas lideran la producción nacional (más de 177 mil toneladas en 2023), seguidos por Guanajuato, Jalisco y Sinaloa. 

Los agricultores poblanos enfrentan retos estructurales que agravan su vulnerabilidad: precios castigados (reciben hasta 15 pesos por kilo cuando un precio justo sería 33), sequías con pérdidas de hasta el 50% de la cosecha, urbanización que reduce tierras agrícolas y una baja productividad (1.8 toneladas por hectárea frente a las 10 de países como Perú). Esta desconexión entre el origen cultural del chile y la producción masiva puede convertir al chile poblano en una mercancía genérica, desvinculando su identidad del suelo y las prácticas locales.  

El problema no es exclusivo del chile: el ajo también sufre la presión del producto chino (que domina hasta el 80% del mercado global) y el frijol mexicano depende cada vez más de importaciones, que subieron un 265% en 2023. 

Para proteger al poblano criollo, productores buscan blindarlo mediante una Denominación de Origen que defina áreas y estándares de producción, una medida con potencial comercial y legal que, desafortunadamente, avanza de manera lenta. 

Chiles

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